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jueves, 24 de febrero de 2011

Para sentirnos más protegidos


Editorial

Por: Damián Molgaray

Más allá de aquella muy comentada, (aunque no comprobada), anécdota que cuenta como una batería de un celular Motorola contuvo el disparo accidental que fue dirigido a un jardinero en New Orleans; las reflexiones sobre si la tecnologías salva vidas se han difundido ampliamente.
En esta oportunidad, pretendo dar una reflexión acerca de este tema.

Al haber usted leído esta primera parte, se podrá pensar con certeza: “¡pero claro que la tecnología salva vidas!” basta con pensar en los complejos equipos utilizados por la ciencia médica o los protocolos de seguridad computados contra incendio utilizados en edificios públicos, o bien en los controles de pasajeros en aeropuertos, entre otros tantos ejemplos.

Pero, los invito a pensar, en esta ocasión, sobre la tecnología que está más a nuestra mano, la que usamos habitualmente, la que se encuentra en nuestro bolsillo o está ahora en frente de nuestros ojos; el celular o las redes sociales.
Cuando el celular se convirtió en un accesorio más de uso cotidiano, su veta en el funcionamiento como dispositivo de seguridad personal fue en incremento. Más aún cuando la sumatoria de aplicaciones en un mismo aparato, lo hicieron un dispositivo de mucha ayuda ante circunstancias apremiantes.
Quién no ha escuchado alguna vez a una madre decir que le compró el celular deseado por su hijo adolescente, no solo para satisfacer ese recurrente pedido del joven, sino también para incrementar el control sobre el menor estando en constante comunicación con él ante la salida de la escuela o los paseos con amigos.
El reciente accidente del choque de las dos formaciones de trenes en la localidad bonaerense de San Miguel, nos sirve como elocuente ejemplo para distinguir la practicidad que en materia de seguridad han devenido los teléfonos celulares. Vale aclarar que cuando hablo de seguridad no me refiero solamente a hechos delictivos, sino también a situaciones de riesgo en cuestiones sanitarias o situaciones generales que atenten contra nuestra integridad en la vía pública.
En la catástrofe de San Miguel, los teléfonos celulares sirvieron para registrar las primeras escenas del momento y lo más importante, sirvieron para dar a conocer a los familiares de las víctimas, el estado de cada uno de los pasajeros que por sus propios medios se dirigían a los centros médicos cercanos, o bien daban aviso a las autoridades de socorro.
Incluso diferentes planes de seguridad (ahora sí con foco en el combate de la delincuencia) ponen en práctica sistema de mensaje de texto o marcaciones de contados números para contactarse con centrales de emergencias de rápida respuesta. El sistema más conocido, sin duda es el del 911.
En el municipio de Tigre, como otro ejemplo para tener en cuenta, recientemente se implementó otro revolucionario sistema en el que a través de las redes sociales (facebook, twitter, etc.) los vecinos podrán dar aviso tanto a policías y bomberos como a defensa civil sobre situaciones de riesgo. A este plan de protección ciudadana 2.0, el mismo municipio incorporó otro dispositivo de alerta ante emergencias dentro de los posnet de los locales comerciales de zonas céntricas.
Mismo los sistemas de los organismos gubernamentales de vialidad de la Ciudad de Buenos Aires (entre otros) abiertos a la recepción de fotografías provenientes de vecinos ante, por ejemplo, infracciones vehiculares en la vía pública; también revelan otro uso importante de la tecnología más a mano, como la cámara fotográfica de nuestro celular, utilizándose, en estas ocasiones, como instrumentos para denunciar automovilistas peligrosos o situaciones de contingencia en nuestro barrio.
Las múltiples aplicaciones que reúnen los teléfonos celulares hoy en día, los vuelven dispositivos más completos e incluso más útiles para salir de una situación urgente
Estos ejemplos, nos muestran una vez más, como la tecnología de uso cotidiano cada vez aparece más cerca de sus usuarios, no solo para garantizar el entretenimiento y las relaciones interpersonales, sino también para servirnos como herramientas de seguridad o de protección.

Avanzar en la inclusión de estos mecanismos tecnológicos para la prevención, y tomar conciencia sobre los beneficios que vienen aparejados tras su uso, muchas veces pueden generar comentarios escépticos sobre el peligro de la dependencia humana ante los equipos tecnológicos “domésticos”, para llamarlos de alguna manera. Apareciendo el peligro de que la inteligencia humana ante el combate del delito y la prevención, se difumine.
No obstante el “mandame un mensaje cuando llegues” o “mandame una foto de la patente para hacer la denuncia” se están volviendo frases habituales de nuestra vida.
Y si estos mecanismos y aparatos electrónicos pueden contribuir en el sentirnos más protegidos, más cerca y más conectados con las fuerzas de seguridad para palear las situaciones difíciles de inseguridad que se nos puedan presentar pues, bienvenidos sean…


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